En los últimos tiempos, al menos desde los comienzos de este blog, han ocurrido cosas de extrema gravedad a todos los niveles y en todos los ámbitos. La modernidad ha colapsado por completo. Sin embargo, es tarea poco menos que imposible encontrar a alguien que se haya dado cuenta; ciertamente las gentes no distinguen la derecha de la izquierda y, siendo esto así, qué esperanza de entendimiento puede haber, qué esperanza de reacción o siquiera qué esperanza de empatía en el dolor de la desesperanza. La razón de porqué esto es así ya ha sido tratada anteriormente, así pues no insistiremos en esto.
En lo sucesivo nos proponemos la tarea, tal
vez quimérica, de encontrar a alguien que quiera empezar de nuevo, alguien que
quizá entienda o intuya al menos que lo que ahora tenemos en occidente son sólo
escombros y que se anime a apartar estos detritus pestilentes para afianzar las
bases de un nuevo edificio, una nueva obra que como se comprenderá más adelante
no puede ser nueva realmente pues lo eterno transciende por su propia
naturaleza a lo nuevo o lo viejo pero que se aparece a nuestro ojos como
novedosa ciertamente.
Lanzamos pues con este blog una señal a
eventuales náufragos al tiempo que asentamos los fundamentos de un nuevo ciclo
sobre las bases ancestrales de modo que los desdichados marineros vapuleados
por la mar puedan apreciar la tenue luz al borde del abismo y sacar fuerzas
para nadar a tierra firme, bienaventurados los que perciban la señal.
Por supuesto, los fundamentos de este nuevo
ciclo no pueden ser otros que la metafísica pura como ha quedado demostrado
tras el fracaso estrepitoso de la modernidad que, después de haber subvertido
todos los valores, ha sido incapaz de materializar la felicidad terrena: el
progreso no progresa, la tecnología genera más problemas de los que solventa,
la paz se ha convertido en guerra generalizada, la abundancia devino escasez y
mediocridad, el empuje de la juventud ha devenido decrepitud y muerte entre
estadísticas catastróficas y, por último, la pseudometafísica se ha visto
incapaz de llegar a algo más que un mal chiste incapaz de seducir ni aun a los
más desprovistos de capacidades intelectuales.
Empecemos por definir metafísica puesto que se
ha abusado tanto de este término que es imposible tener una noción precisa del
mismo, sin embargo no tenemos ningún otro que sirva a nuestro propósito. El
quid de la cuestión está en comprender primero los conceptos de “mundo”,
“cosmos” o “física” que nos han sido inculcados por la modernidad. Según esto, vivimos en un ámbito rotundamente
no inteligente, es decir, el mundo es un ámbito inerte en el cual la voluntad
no juega ningún papel que vaya más allá de la burda mecánica, no existe ninguna
trascendencia de la voluntad o de la inteligencia misma sino que todo se reduce
a mecánica atómica o sub atómica. Así pues, la voluntad o inteligencia no
mecánica es ilusoria, no existe ni existió jamás, sólo ha existido desde
siempre una mecánica física que sólo puede ser atómica o sub atómica. Los
apóstoles del sentimentalismo deben admitir que sus nociones sublimes son sólo
átomos o subátomos tropezando ordenada o desordenadamente según unas leyes
físicas o cuánticas que o bien se conocen ya o serán descubiertas en el futuro.
La muerte sólo es una reconfiguración de átomos y subátomos, Dios es un
sentimiento más o menos sublime surgido de los átomos o subátomos a través de
una inteligencia que también surgió de los átomos o subátomos. Lo que podríamos
denominar trascendente sólo es una noción aceptable si respeta lo anteriormente
dicho, de aquí la dificultad de usar la palabra metafísica, puesto que el
totalitarismo moderno nos exige que toda metafísica sea también atómica o
subatómica sin importar la contradicción puesto que quien crea que exista algo
más que estos dogmas atómicos es un bobo.
Todo esto está muy bien y entusiasma a los
modernos puesto que les da una sensación de seguridad pero es del todo
inaceptable para cualquier ser pensante que conserve un mínimo de sensatez. Los
átomos y el mundo de los modernos es sólo una pequeña parte del universo. Así
pues, por encima de los subátomos que no son más que el fondo del estanque, es
decir, la indefinición sobre la cual se levanta el edificio cósmico; por encima
también de los átomos que no son más que la concreción de esa indefinidad, es
decir la solidificación, por decirlo de algún modo, de lo indefinido; por
encima de ese aspecto físico moderno se encuentra el otro componente, el que de
hecho es de verdad importante que es el que dirige o forma los conglomerados de
átomos y que nosotros denominamos ámbito psíquico. Este ámbito se subdivide a
su vez en un ámbito bajo o destructivo y otro elevado o constructivo. El ámbito
o mundo psíquico es manifiestamente cíclico como puede observarse por doquier
pues “va dando forma” a los átomos según unas características o leyes de ritmo
y compás, según un tempo y a diferentes niveles u octavas usando, para
entendernos, un símil musical. Si los modernos quisiesen podrían observar estas
características en el mundo visible, ya sea en las estaciones climáticas o en
los ciclos más amplios de glaciaciones y “calentamientos globales”, podrían
observarlos en los ciclos económicos que tanto les fascinan y en la
interrelación entre ambos. Sin embargo, no harán nada de eso sino lo que
veremos más adelante.
Pues bien, el mundo psíquico tampoco es
metafísica puesto que como hemos visto está estrechamente vinculado al mundo de
los átomos y, de hecho, se puede decir que lo dirige o forma. La metafísica es
aquel ámbito, por decirlo de alguna manera pues no es susceptible de ninguna
conceptualización que insinúe espacio o tiempo o siquiera memoria puesto que no
está limitado por nada pero, para poder comunicarnos, diremos que es el ámbito
de lo infinito o de la posibilidad pura. Si tenemos esto en cuenta comprenderemos
que este universo, hiperlimitado por los modernos a los átomos y subátomos es
sólo una posibilidad dentro de la posibilidad universal o pura la cual incluye
en su infinitud todas las posibilidades con la única exclusión de lo
absolutamente imposible que es, esto último, el filón de las creencias
modernas. La modernidad no sólo se ha confinado en los átomos y la indefinidad
de los subátomos, ha ido mucho más allá “de las estrellas” según ellos creen,
es decir, han ido a los agujeros negros y ahí han encontrado o encontrarán la
imposibilidad pura que no es otra cosa que la pseudo metafísica. Por supuesto,
todo esto es un delirio pero los modernos creen en ello con fervor religioso y
no están dispuestos a aceptar nada que no subscriba de forma absoluta los
principios o elementos que veremos a continuación. Así pues, metafísica es aquello
que va más allá de la fisis de los griegos que incluía el mundo psíquico, es
decir, metafísica es el “ámbito” de lo trascendente y es por sí misma el
conocimiento, la sabiduría y la inteligencia. Además y como consecuencia de
ello es el opuesto de la pseudo o anti metafísica, es decir, las creencias más
“profundas” y los “principios” más delirantes de los modernos. Insistimos, si
hay algún naufrago ahí fuera que entienda mínimamente de lo que estamos
hablando quizá tenga interés, el máximo interés de hecho, en cooperar en la
construcción de un nuevo mundo que sucederá la inevitable destrucción de este.
No obstante ¿No habíamos dicho que nadie se
había dado cuenta? Así es, nadie o casi nadie se ha dado cuenta. Esto es debido
a que el panorama desolador se ha convertido en el único panorama. Después de
todo, si jamás hubiésemos probado lo dulce cómo llamaríamos a lo amargo, quizá
dulce o quizá cuando dijésemos amargo estaríamos refiriéndonos a lo más dulce
posible. Pensémoslo: lo más dulce posible o el mejor mundo posible. Este es el
origen de la cuestión, las gentes no se han dado cuenta de la situación porque
están convencidas de estar viviendo en el mejor mundo posible con lo cual para
ellos el colapso es, por definición, imposible. Es debido a esto que las gentes
creen que “de alguna manera” todo se va a “solucionar” para que estemos “como
siempre”. Es un desafío frontal a los fundamentos más elementales de toda lógica
incluso a un nivel puramente físico, esta especie de fanatismo pseudo metafísico
delira hasta el punto de la negación de la naturaleza o de la vida misma. Es
decir, el colapso tiene un componente puramente físico según el cual es
imposible continuar con la locura moderna y se traduce de forma natural en la
propia fuerza de las cosas, por ejemplo, es imposible seguir saqueando algo que
ya es físicamente imposible saquear pero este fanatismo, al igual que un niño
pequeño, se niega a aceptarlo forzando así un colapso inevitable de esa “forma
de vivir”. Es aquí donde se franquea el ámbito físico para llegar al “ámbito”
pseudo metafísico en el cual se hace “profesión de fe” de la imposibilidad
pura, es decir, de algún modo saldrá de la nada o de la ausencia misma algo
para saquear aun cuando sea físicamente imposible. Esto es ciertamente una
burla grotesca de la metafísica puesto que la realidad se fundamenta en que
toda posibilidad “sale” de la posibilidad universal misma y una vez “ha salido”
es, por definición, físicamente posible. Esta posibilidad física concreta “pasa
a estar” limitada por la indefinidad puesto que no puede, por definición, ser
infinita pero tampoco puede ser imposible puesto que “ha salido” de la
posibilidad universal misma.
Así pues, nos preguntamos: Desde un punto de
vista metafísico ¿Qué ha fracasado? Por supuesto desde un punto de vista
metafísico nada puede fracasar más que el fracaso mismo debido a que la
posibilidad universal descarta únicamente la nada y en cuanto a posibilidad universal
cómo habría de ser un fracaso teniendo, por definición, todas las
posibilidades. Es en la pseudo metafísica, es decir en el fracaso mismo donde
podemos comprender el fracaso de la modernidad. La modernidad ha construido su
edificio sobre la base teórica de la imposibilidad y se ha limitado a parasitar
la realidad y a transformarla en irrealidad, es decir, en artificio. Es curioso
que esto no sea visto por las gentes puesto que está por todas partes: los
bosques no son bosques sino planificación forestal, los animales no son
animales sino mascotas, los hombres o mujeres no son hombres o mujeres sino
asignaciones de género al gusto del consumidor, los alimentos deben ser
modificados genéticamente… ¿Qué es lo que no se entiende de todo esto? ¿Acaso
no es esto la definición misma de artificio, de irrealidad?
Veamos ahora muy sucintamente la “tesis”
moderna de la imposibilidad como principio de todo.
El primer elemento de semejante tesis es el
materialismo, los modernos entienden que toda la realidad es únicamente
material y con esto quieren decir átomos, o sub átomos. Cuando decimos toda la
realidad queremos decir toda realidad posible y es aquí donde “localizamos” el
fundamento pseudo-metafísico. La “posibilidad universal” moderna es la materia
misma y, aunque no parecen comprender su significado, se trataría de una
materia indefinida, de cuya indefinición resulta toda posibilidad. Es decir, lo
definido proviene de lo indefinido, más aún de lo indefinido proviene el
infinito. No parecen comprenderlo puesto que estamos ante una contradicción
lógica de primer orden, no hay nada que comprender. Por supuesto, no hemos
encontrado en ningún lugar una demostración de semejante tesis y parece que,
con el paso del tiempo, la modernidad “ha considerado” que dicha demostración o
bien no es necesaria o bien “llegará en el futuro”. Por si esto no fuera
suficiente, con los sub átomos se ha desarrollado toda una corriente pseudo
espiritual que materializa de hecho, o mejor sub materializa, al espíritu y que
de alguna manera misteriosa conduce a una supuesta trascendencia suponemos sub
atómica o quizá “macro atómica” puesto que por doquier vemos declamaciones
cuasireligiosas acerca de la importancia del descubrimiento de no se sabe qué pseudo
estrella o pseudo galaxia que, esta vez sí, nos hará descubrir los secretos del
universo y de la vida también ¡Por qué no? Es decir, en el futuro una mancha en
el telescopio del astrónomo de turno nos revelará la verdad de todo…
Esto nos lleva al segundo elemento de la tesis
moderna que no es otro que el progreso. La tesis moderna de la imposibilidad
como principio es difícilmente sostenible sin el aspecto futurible como
fundamento de sus delirios, un futuro siempre maravilloso y que, por supuesto,
jamás llega con lo cual necesita de la modificación constante del pasado para
parecer haber llegado. Es de este modo que a través de la tergiversación de los
tiempos pasados se hace verosímil la “mejoría” presente. Las gentes dicen
“ahora tenemos ciertos problemas pero si lo comparamos a como estaban antes,
estamos inmejorablemente bien”. Esto por supuesto se aplica a todo pero hay un
problema que pasa desapercibido y es por esto que llamamos a la tesis moderna
pseudo metafísica, el problema es que al introducirse un factor temporal el
cual es por definición cósmico ya no estamos hablando de metafísica la cual,
también por definición, no puede estar condicionada por el cosmos o “fisis”. Y
he aquí que nos topamos con otra superstición moderna: la física. No es de
extrañar que el aspecto espacio/temporal del universo haga las delicias de los
modernos más entendidos.
Este aspecto nos lleva al tercer elemento, el
origen puramente material del universo, es decir del espacio/tiempo. La teoría
dicen los modernos es el big bang, nombre rocambolesco que han decidido darle a
su propia incapacidad para explicar el origen del universo. Debido a la
fragilidad de semejante explicación los modernos optaron por adentrarse en lo
que estiman ser la madre de todas las ciencias: las matemáticas. Esto, por
supuesto, planteaba innumerables problemas entre los cuales destaca la
imposibilidad manifiesta de reducir el cosmos a cálculos “exactos”, el universo
moderno se obceca tercamente en ser “inexacto” lo cual nos llevará a la
necesidad de lo artificial y, en última instancia su inteligencia, es decir, lo
que ellos llaman “inteligencia artificial” y que no es más que una verdadera
contradicción en los términos. Todo este batiburrillo no ha espantado a los
modernos y siguen delirando sin que se vea esperanza de rendición. No hay
ninguna base para la suposición de un universo exclusivamente material y
tampoco hay forma de solventar el dilema del origen no material de algo
exclusivamente material. Si el principio de base es exclusivamente material,
como sostienen los modernos, no hay lugar para proponer un origen no material
de dicha materia, luego dicha materia no tiene origen, luego la dicha materia
debe ser ella misma la posibilidad universal pero cómo habría de haber materia
sin espacio y tiempo; sin embargo, si hay tal espacio/tiempo cómo va a ser
dicha posibilidad universal metafísica. Es necesario que la materia sea la
posibilidad universal puesto que de otro modo sería necesario presuponer algo
aparte de la materia lo cual no es tolerado por los modernos, especialmente si
tenemos en cuenta que ese algo es trascendente. Hay otro problema y es que si
la materia es el único principio del universo porqué las matemáticas “no dan”,
es decir porqué se obceca la materia en no ser exacta. Las matemáticas en su
perfecta exactitud son la prueba flagrante de que la materia no puede ser el
único principio del universo. Entonces, la solución debe ser artificial; es el
propio artificio en sí mismo lo que nos sacaría del dilema, si todo es
artificial todo es exacto pero ¡oh fatalidad! entonces quienes no encajamos
somos nosotros mismos, la vida misma. O quizá podamos artificializarnos a
nosotros mismos…
Hay más problemas aún, la causalidad no puede
ser real pues de ser así el origen, siendo perfecto por necesidad puesto que
sería la causa primera, no dejaría hueco al progreso, negaría por definición la
tesis materialista y desde luego el origen exclusivamente material del
universo, entonces el siguiente elemento de la “tesis” moderna es: la lotería.
Nadie se pregunta por qué los modernos son adictos a la lotería pero la razón
no es otra que la negación de la causalidad. Según los modernos la única
causalidad aceptable es la que no moleste a la lotería, es decir mientras lo
reduzcamos a cuestiones físicas o mecánicas estupendo, pero si pretendemos ir
más allá es inaceptable. Por supuesto, no hay una explicación más que el asunto
cuántico, cuando se trata de micro partículas la causalidad se vuelve
caprichosa y suponemos que es dicho capricho el que lleva a los modernos a la
dicha adicción por comprar boletos de lotería. Entonces la causalidad no es
ella misma un asunto metafísico sino físico, pero tampoco es un asunto cuántico
puesto que en lo cuántico la causalidad es susceptible de devenir lotería. Esto
tiene la máxima importancia en el siguiente elemento.
Necesariamente el hombre ha evolucionado
puesto que, de otro modo, volveríamos a la fastidiosa causalidad. Así pues, de
algún modo, de la materia “ha surgido” la inteligencia y no hay causalidad en
esto porque la cuántica metió en la ecuación moderna la tan querida lotería. La
inteligencia que nos lleva a escribir estas líneas “apareció” por casualidad-que
no causalidad- gracias a la evolución. Es un juego de tramposos, una pseudociencia
en el sentido más amplio pero también un lava conciencias puesto que si todo es
lotería no tenemos nada que ver con la causa de las cosas y desentendernos de
ella no implica ser un irresponsable sino ser inteligente. Visto de este modo,
¿la pseudociencia puede ser realmente pseudo?, es decir, visto de este modo,
toda ciencia posible es, de hecho, pseudociencia. La evolución niega la base
misma de la inteligencia, su origen.
Por último, como elemento aglutinante de todo
lo anterior tenemos la cantidad. Todo es cantidad para los modernos, incluso
cuando aparentemente hablan de calidad en realidad están hablando de cantidad.
Esto es debido a que la cualidad arruina el chiringuito puesto que ya no hay
forma mínimamente verosímil de justificar la lotería o aun el materialismo
mismo. La tontería cuántica es aquí donde encuentra su fundamento, la
micropartícula y su inestabilidad abren la puerta a la cantidad pura, la
ausencia total de cualidad. La cualidad de hecho ni siquiera existiría ¿Por qué
habría de existir una vez que aceptamos los elementos antedichos? Es así como
la pseudo metafísica “deja de ser” un disparate para convertirse en el único
conocimiento posible, es decir, estamos ante la justificación absoluta del
statu quo. ¿Cabe ahora alguna sorpresa acerca de por qué la modernidad es
totalitaria? La modernidad no puede aceptar “otro” conocimiento u “otra” manera
de vivir pues su especificidad depende precisamente de la ausencia de
contraste, es decir, la imposibilidad pura sólo es verosímil si no hay acceso
consciente, sea directo o indirecto, a la posibilidad pura. El robot, que es no
consciente por definición, es el “superhombre”, el “hombre verdadero” y más
aún, el “hombre universal”; pero sólo puede ser así ante la ausencia total del
hombre consciente, el hombre que se sabe deudor y, a la vez, partícipe de la
posibilidad universal.
Todo este caos conforma el horizonte mental
del moderno “promedio” pero insistimos, basados en nuestras investigaciones al
respecto, en que esto ocurre de manera inconsciente, inercial. Esto debe ser
así puesto que de lo contrario sería imposible ocultar el disparate, incluso
suicida, de la “vida moderna”. Ahora bien, si uno observa detenidamente puede
apreciar una llamémosle estructura entre tanto desorden, la modernidad ha
conformado una pseudo doctrina que ha “construido” de esa manera inercial una,
de hecho, anti estructura. Esto no es tan sorprendente en cuanto uno reconoce
la oposición de base de la mentalidad moderna con respecto a la mentalidad
tradicional. Se podría decir que podemos obtener la “visión” del plan moderno a
través del espejo que significa el espíritu de contradicción tan propio de la
modernidad digamos pura que ha resultado de los siglos de “filtración” de todos
esos elementos intermedios que iban desde el tipo tradicional puro hasta el
moderno puro pasando por una indefinidad de pasos intermedios. Para
entendernos, hemos llegado a un punto en el que un “cristiano” que no sea
totalmente hostil a la mentalidad tradicional es un apestado incapaz de
interesar a nadie aun a pesar del atractivo que sigue implicando el sentimiento
religioso en las gentes.
Así pues, muy en síntesis se puede decir que
la cosmología tradicional occidental funcionaba en base al número 7, entendido
este como el resultado de la suma 3+4. Números éstos muy significativos en
todos los aspectos de lo que un día fue la vida tradicional occidental. El ejemplo
más fácil para entendernos rápidamente es el trívium y el quadrivium que
conformaban las “artes liberales”, es decir, la base de la educación en aquel
occidente del que no queda rastro. El 3, es decir, la elocuencia (conformada
por el trívium) era el estudio del aspecto “celeste” del cosmos, la palabra de
Dios para entendernos; el 4, es decir, la matemática, trataba el aspecto digamos
más cuantitativo del dicho cosmos, la Creación de Dios para entendernos. Es
decir, tenemos aquí la Creación de Dios y su Verbo. Esto era tratado en la
religión católica pero ahora es fácil ver que superaba dicha categorización, es
decir, teníamos ahí toda una Ciencia de la cual la religión, tal y como se suele
entender, era sólo un aspecto. Sin embargo, este “aspecto” era de la máxima
importancia puesto que, al menos en Occidente, era lo único que cubría el
aspecto psíquico de las cosas proveyendo una protección contra la adulteración
de la vida en derivaciones monstruosas como las que tenemos actualmente. Es
decir, mientras ese aspecto religioso permaneció activo los delirios
pseudometafísicos se quedaban en veleidades para charlas de salón pero en
cuanto fue debilitado primero y destruido después pasaron a apoderarse de la
vida de la persona. Por supuesto esto ocurrió de manera inconsciente para la
inmensa mayoría de las gentes, estas ahora masas veían que las cosas se habían
vuelto rudas y feas en sus vidas personales pero eran incapaces de saber por
qué y menos de que pudiesen hacer algo al respecto. La lotería había llegado. La
luna había sido tomada. El cosmos pasó de ser la Creación de Dios regida por su
Verbo a ser el frío e indefinido Universo de átomos y subátomos regido por la
modernidad y sus “valores”. El frío cosmos moderno quedó bajo el ámbito de la
“matemática” y demás “ciencias” derivadas y los valores quedaron bajo el ámbito
“político” y “filosófico”. La religión se terminó y las gentes quedaron
sumergidas en la modernidad.
Las gentes protestan y dicen que la religión
no se terminó sino que de hecho está más floreciente que nunca puesto que ahora
está a disposición de cualquiera y es más humana, libre, etc, etc. No vamos a
entrar en este asunto y quien tenga interés debe leer detenidamente la obra de
René Guenon y sacar las inevitables conclusiones. En síntesis podemos decir que
lo que actualmente se llaman religiones no lo son en absoluto puesto que son
incapaces de lidiar con el ámbito psíquico y sus muchas complejidades dando no
cobijo a las almas sino de hecho confusión y desánimo.
Entonces, ¿no hay esperanza? Sí hay esperanza
pero sólo a través de la intelección. Algunos modernos entienden que la
religión es mejor que no exista puesto que acaba devorando la libertad u
obliterando su entendimiento. Poco importan ahora estos debates, la religión se
terminó pero debemos “cubrir el hueco” puesto que como diría Aristóteles el
universo no deja huecos, es decir, si no lo hacemos nosotros alguien lo hará. Y
esa es precisamente la razón de este texto, el “hueco” está siendo cubierto con
lo que podríamos llamar la fase suicida de la modernidad.
Ahora ya entendemos el “signo de Jonás”, las
gentes serán aniquiladas a no ser que se vistan de saco y practiquen la virtud.
Es decir, sólo nos queda la metafísica pura, la cual no se nos hace cómoda o
divertida pero es nuestra última y única esperanza.
-“Tesis” moderna:
Quadrivium: 1 origen material, 2 lotería, 3
evolución, 4 cantidad
Trivium: 1 materialismo, 2 casualidad, 3
progreso
-Doctrina tradicional:
Trivium: 1 trascendencia, 2 causalidad, 3 eternidad
Quadrivium: 1 Creación, 2 ley, 3 tradición (memoria,
responsabilidad), 4 cualidad