lunes, 15 de febrero de 2021

Generación y degenerados; providencia y deuda

 Una de las particularidades de esta época monstruosa es la incapacidad de entender de las gentes combinada con una extrema soberbia, esta mezcla explosiva provoca un resultado grotesco; las gentes hablan y están convencidas de saber de qué hablan, el consenso les hace ver que efectivamente "están en lo correcto" y, sin embargo, de la forma más grosera son incapaces de comprender que las verdaderas causas de aquello que analizan se les escapan y que están lo más lejos que es posible de la correcta interpretación aun de los asuntos más acuciantes, aquellos que, de hecho, les condicionan por completo en los aspectos más absolutamente básicos de sus vidas.

Así pues, queda claro que esto ocurre en cuestiones que están lejos de ser irrelevantes para estas gentes pero, precisamente debido a su incapacidad para entenderlas, se diluyen en asuntos accesorios los cuales, aun cuando están relacionados con la cuestión, sin embargo imposibilitan abordarla como es debido. Se produce, de este modo, una especie de atomización mental en las gentes, la fragmentación que ellas mismas implementan les impide tratar los asuntos que de verdad son relevantes y se acaba produciendo como resultado una mezcla de confusión, perplejidad y abulia. Esta atomización es completamente separativa, es decir, no hablamos de una fragmentación con puntos de conexión a través de una capacidad, aunque fuera disminuida, para la síntesis intelectual sino de una absoluta compartimentación estanca. Las cuestiones, no importa lo relevantes que sean, se ven como estrictamente separadas y sin ninguna relación en absoluto. Pero esto no se produce de un modo racional, a través de esa ambición ampulosa de "pensamiento científico" que relaciona consideraciones dentro de un determinado modelo de pensamiento o "teoría del conocimiento"; de lo que aquí hablamos es de una prevalencia de lo infrarracional a la hora de plantear asuntos importantes para las gentes, sean estas más o menos sesudas. El aspecto infrarracional del consenso en el que viven, que no es otra cosa que una obnubilación mental, una incapacidad para la verdadera intelección, actúa como un auténtico hechizo. Así pues, esta atomización debe entenderse como siendo de origen "subconsciente" por usar la terminología moderna; las gentes se guían por impulsos infrarracionales pero no son conscientes de ello, piensan guiados por esos impulsos infrarracionales, no en el momento del raciocinio sino en el origen de este, pero tampoco son conscientes de ello. Parten de la fragmentación puramente cuantitativa sin apercibirse lo más mínimo y terminan emborrachándose en el festival estadístico que, de hecho, fundamenta su soberbia, como todo buen borracho toman sus decisiones en ese momento eufórico y esto garantiza no llegar nunca al origen del problema. 

Acabamos por fin llegando al tema que nos compete, el atomismo separativo e infrarracional se fusiona en el consenso garantizando la imposibilidad de llegar a otra comprensión de la realidad que no sea la pura perplejidad y, al mismo tiempo, garantizando la soberbia que permite buscar soluciones absurdas, y además rancias, para problemas que nunca pudieron ni remotamente solucionar sino de hecho provocar y empeorar. El caso es que este mecanismo mental se cierra en bucle de modo que la perplejidad  por el desorden lleva a la borrachera de soberbia la cual lleva a las falsas soluciones, que de hecho provocaron el desorden en primer término, lo cual lleva a la inevitable resaca de desorden manifiesto e innegable el cual, de nuevo, genera perplejidad. Este mecanismo domina en todos los ámbitos de la modernidad, desde los aspectos más "cotidianos", la vida particular de las gentes, a los más "trascendentales", el ámbito "civilizatorio" de la modernidad donde impone sin rubor sus "valores", su "ciencia", puesto que se sabe a sí misma como la cima de la "evolución humana" y ¿Qué mayor justificación que esa podría existir?. Queda claro que la modernidad tiene que imponerse por que no hay ni nunca ha habido nada mejor, nada más grande, nada más correcto. 

Entonces, ante la constatación inevitable del desorden que la modernidad no logra evitar a pesar de sus esfuerzos propagandísticos y de "ocio", lo "natural" es entonces la perplejidad, luego pensar de manera fragmentaria y separativa es "lógico", es decir, "pensar de manera ilógica es lógico". "No existe la verdad absoluta" y esto se constata al ver cómo el epítome de la "evolución humana" no evita el desorden, luego "el desorden es orden". ¿Cómo va a existir la verdad absoluta cuando la "evolución" nos "demuestra" la fragmentación separativa de todo? Entonces, no hay ningún problema en el origen subconsciente del pensamiento moderno puesto que "se demuestra" que "el pensamiento es subconsciente" o, mejor aún, "la trascendencia del pensamiento humano es subconsciente". Todavía podemos llegar más lejos "la trascendencia del pensamiento humano siendo subconsciente, fragmentario y separativo, con lo cual cuantitativo, es la inteligencia artificial"; es decir, la computación de datos en un "ambiente" de desorden configura "lo trascendente" y la perplejidad ante el desorden no es más que el "cascarón de un estadio evolutivo inferior" que será desechado cuando "nos liberemos" de aquello que, de hecho, nos hace humanos.

Ahora por fin podemos entender cómo de estériles son los intentos de los modernos por superar el desorden y la perplejidad recurriendo a esas recetas rancias a las que le lleva un fundamento subconsciente a la hora de razonar y que nunca conducirá a otro lugar que la constatación de que la originadora de ese desorden, la modernidad, es la única cura posible. "El problema y sólo el problema es la solución", esto es lo que dirían las gentes si fueran conscientes de lo que hacen y de lo que piensan pero no lo son, con lo cual están convencidos de que "la solución moderna", esa receta rancia de la que hablábamos más atrás, será la que solvente el desorden. Así pues, se pedirá siempre más modernidad pero esto es absurdo puesto que ya absolutamente todo, hasta el aspecto más insignificante, es completamente moderno.

Siendo esto así la generación no implica nada, no es más que un fenómeno, ni siquiera un epifenómeno por usar la jerga de la época. La generación como concepto mismo no es más que un mal substituto para el término que enamora a los modernos: industria. Las gentes ven todo aquello susceptible de caer bajo el concepto generación como un mero asunto industrial y sí, esto incluye la paternidad. Por supuesto, no son conscientes pero esto no evita que las cosas sean, de hecho, así llegándose, de este modo, a una aberrante paradoja puesto que lo generado y la generación misma son degeneración; no hay un momento consciente, un momento de claridad que pueda evitar que esto sea así y quien intente llamar la atención acerca de este vacío de consciencia acerca de algo tan elemental como la paternidad será, en el mejor de los casos, tachado de loco. 

La generación ya sea acerca de lo que en otro tiempo se llamó Creación o acerca de la familia o aún de una nueva república no puede, en este tiempo, pretender ir más allá de la degeneración como principio fundamental. A pesar de la más que evidente contradicción así es como están las cosas puesto que la modernidad postula la nada como principio del universo pero, ya muy rápidamente, postula también la cantidad como base de ese universo. Es decir, no hay ningún aspecto cualitativo para tener en consideración, no existe la metafísica ni la cosmología sino la pura matemática inerte, datos sin más y, en el mejor de los casos, estadística. Justo lo que consideraríamos una pura degeneración del pensamiento si nos restase aunque fuera sólo un poco del pensamiento tradicional. Por supuesto, la generación de nuevos seres humanos no puede ser diferente, sólo puede ser pura cantidad, con lo cual a quién puede extrañarle todo lo relacionado con el aborto y sus detalles más sórdidos, después de todo sólo son trozos de carne, pura cantidad y pura degeneración, por cierto.

Las gentes protestan: "eso no es así puesto que tenemos nobles sentimientos por nuestros hijos". Por supuesto esto no es más que sentimentalismo de la peor calaña y un intento, por lo demás repugnante, de hacer parecer lo aberrante y monstruoso como razonable y aun loable. Tenemos pues una relación clara entre la incapacidad para pensar, el atomismo disgregador, la inevitabilidad de hacerse preguntas acerca de la generación y el sempiterno sentimentalismo que, como siempre, aparece en el momento oportuno para hacer parecer lo que, por lo demás, es una espantosa barbarie como la más razonable y razonada de las civilizaciones. Sin embargo, todo esto no puede ser calificado más que como una absoluta degeneración, eso sí, con "nobles sentimientos por nuestros hijos". 

Resulta imposible no ironizar sobre este tipo de asuntos pues es aquí donde converge la más punzante injusticia con toda una generación de seres humanos condenados de antemano a la barbarie total. Si, como dijimos más atrás, todo es cantidad y esto es bueno puesto que dicha cantidad es, en último término, "inteligencia artificial" y si, además, tenemos "nobles sentimientos" el resultado es que nada puede ser considerado fuera de dichos baremos. Siendo esto así, no puede haber diferencia entre materia prima y sujeto pensante pues son lo mismo y si además incluimos los "nobles sentimientos" no sólo no puede si no que no debe haber dicha diferencia. En caso de haber diferencia supondría herir los sentimientos, los "nobles sentimientos", de, por ejemplo, los robots los cuales no por ser materia prima dejan de ser sujetos pensantes o cómo entonces existiría siquiera la "inteligencia artificial" de la que no paran de hablarnos los modernos. Si esto es así por qué los seres humanos no habrían de ser materia prima y, siendo esto así, por que habría de haber algún problema con el aborto o la explotación infantil, por qué habría de estar mal llevar la gestación de un feto humano a término para aprovechar entonces los valiosos tejidos que después serán clave en la, más valiosa aún, producción industrial. Más todavía, porqué no sería precisamente esto el más noble de todos los sentimientos ¿acaso no se produciría aquí un encuentro "místico" entre la cantidad pura, esa misma que "salió de la nada por gravitación" como dijo un famoso científico moderno, y la inteligencia artificial?

Las gentes replican: "no es cierto, cuando conocemos a una persona ya no es cantidad pura si no que adquiere la dignidad de ser recordado por quienes le quieren". Recordado por quién preguntamos nosotros y querido como materia prima a través de "nobles sentimientos" suponemos. El problema es, como siempre, que todo esto no significa nada, ser recordado por la cantidad pura es un pensamiento ciertamente lúgubre; ser querido como objeto es desolador. Sin embargo, no dudamos de la sinceridad de las gentes y por eso hicimos más atrás las referencias al "subconsciente", etc. que quizá ahora sean vistas desde otro punto de vista. El caso es que el reclamo de las gentes no por sincero es válido, la verdadera dignidad de la persona está basada en su capacidad para la consciencia la cual le hace partícipe de la realidad metafísica misma y es esta consciencia la que hace a esta persona responsable, es decir, esta persona es capaz de amar en el auténtico sentido de la palabra. Es por esta razón que el verdadero amor es incondicional pues no sale, por gravitación o no, de la nada y tampoco de la cantidad pura sino de la realidad última, la posibilidad universal, donde no hay interés o condición posible. 

La posibilidad universal no está limitada por nada más que la pura imposibilidad y esta es una limitación la cual no puede llevarse a la práctica por estar privada de toda realidad, dicho de otro modo y visto desde un punto de vista ontológico esta limitación puede ser expresada como lo indefinido dentro de la cantidad pura, es decir, en el mejor de los casos sería una potencialidad eventual de cualquier cosa eventual pero nada por sí misma, habría que hacer llamada a algo real para que dichas eventualidades cobrasen realidad. Para entendernos, la potencialidad eventual de que alguien tenga frutales dentro de la cual "hay" una manzana eventual no es nada más que una elucubración vana pero, aun así, es inconmensurablemente más "real" que la limitación de la que hablábamos más atrás -la potencialidad eventual en sí misma- incluso vista desde un punto de vista ontológico, puesto que en este caso se trata de algo real, es decir, los frutales y la manzana tienen realidad por sí mismos mientras, en el caso que compete a los modernos, es decir, la cantidad pura en la nada o la nada en la cantidad pura, no encontramos nada real en absoluto. Sus datos y cálculos no son más que estadísticas vacías acerca de nada, para entendernos. 

En esto es en lo que se basa la modernidad y ahora se puede ver que no tiene nada de sorprendente la constante referencia por parte de los modernos a la nada, al subconsciente, etc.; así como su, también constante, manía por lo inconsciente, lo irreflexivo y ese sentimentalismo vacío e inerte que, de hecho, hace incansable llamada a la cantidad pura, sea en forma de consenso o de apelación a la mayoría y a la burda materialidad de las cosas; sea en forma de "experiencias memorables" que no son más que una colección de momentos insulsos vinculados a comer o a comprar o a la más vulgar monetización del tipo que sea y que acaban, irremisiblemente, en un sentimiento de deuda que ahora trataremos.

Ciertamente este sentimentalismo que obnubila a las gentes está vinculado a la deuda pero esto ocurre de forma tan sutil que pocos pueden siquiera sospecharlo. El asunto está en relación con otra noción repugnante de la modernidad que no por deleznable deja de contar con el consenso y apoyo de la mayoría, aparte de ser un "noble sentimiento" por supuesto; se trata del sentido de propiedad sobre los hijos, no se considera aquí la legítima paternidad según la cual los hijos están bajo la responsabilidad de sus progenitores, no, y de hecho esta apropiación de los hijos está cada vez más descaradamente asociada al estado o al mercado, tal y como dicen los modernos sin especificar dónde termina el uno y empieza el otro. 

El caso es que fue toda una generación de padres la que de forma inconsciente, y precisamente por eso tan eficaz, entregó a sus hijos al estado; la forma en la que esto ocurrió es no por prosaica menos merecedora de ser llamada tragedia infame pero para poder efectuarse debió pasar primero por la fase de degeneración de la que hablamos más atrás la cual fundamentó el fraude que ahora domina en esta tierra barbárica. La forma en que esto ocurrió fue mediante lo que se dio en llamar estado de bienestar, fue el bienestar el que cameló los espíritus para doblegarse a la entrega, aberrante y sin garantías, de toda una generación a las fauces del estado y del mercado; los hijos fueron primero considerados una propiedad, luego la propiedad fue tratada como activo, susceptible de participar en el "mercado laboral" como "recurso humano" pero lo más importante es que continuó siendo sujeto pasivo sobre el que cargar deuda. Así pues en el plazo de una sola generación se pasó de hombres libres a objetos pero con la característica, propia de los hombres libres, de poder ser sujeto de "derechos y obligaciones" lo que en la práctica significa sólo obligaciones pues los supuestos derechos acaban reducidos a obviedades que nunca habían necesitado ponerse por escrito como, por ejemplo, el derecho a la vida o el derecho a trabajar. De este modo una generación perversa, cegada por los vicios y sin el más elemental sentimiento humano -habría que preguntar aquí a las gentes por qué precisamente en este asunto no se hace llamada al sentimentalismo o a los "nobles sentimientos"- entregó a una generación inocente a la que primero se le implementaría una tortura de sentimiento de culpa por "disfrutar" el estado de bienestar, para más tarde implementarle un sentimiento de inutilidad por no ser capaces de ser tan potentados como sus padres, aquellos mismos que se beneficiaron de la venta de sus hijos en primer término ganando con ello una ventaja sencillamente imposible de superar.  

El caso es que esa nueva generación fue, sin saberlo, privada de su dignidad vinculada a la realidad misma la cual se obtiene a través de la capacidad para la consciencia como decíamos más atrás; pero además de esta privación se le inoculó un sentido de pertenencia a algo "trascendente" a su individualidad, algo a lo cual debía sacrificar su "voluntad consciente", y ese "algo" no es otra cosa que la "civilización" moderna. El sacrificio sin embargo es considerado por la mentalidad de la época como grato puesto que no implica la "voluntad inconsciente", "lo que realmente somos" según dicen los modernos, es decir, el "subconsciente". Así pues, dejarse llevar por los instintos en un "ambiente" de consenso "con nobles sentimientos" mientras es comprada y vendida en el mercado es todo lo que le quedó a esta generación y ni siquiera importa que no tenga opciones de "competir" debido al "trato" tan desigual con sus padres puesto que, según la propaganda moderna, los padres hicieron una gran heroicidad haciendo posible para sus hijos vivir en el "paraíso moderno" y si fuese posible constatar la trampa entonces se haría llamada a la superioridad de esa generación "por ser mas pilla", fueron más "listos". 

"Bueno, pero eso es todo", dicen las gentes. No, eso no es todo. Nos falta la deuda. Para entender esto hay que regresar a la nada puesto que, como hemos visto, los modernos dicen que todo viene de ahí. Así pues, si todo viene de la nada no existe la providencia, es decir, no hay una realidad metafísica, es decir la posibilidad universal misma, la cual sostiene todo aquello que, de hecho, es posible, lo cual incluye el universo, tal y como lo entienden los modernos, pero también a nosotros mismos en cuanto sujetos conscientes; nada de eso, según los modernos no hay tal cosa, lo que tenemos es simplemente un universo que sale de la nada y que no está sostenido por nada, más aun, es casual con lo cual "lo que hay" no es de nadie pero si alguien se hace con ello es legítimo porque aunque no es de nadie si alguien fue tan "listo" de apropiárselo entonces eso, su "inteligencia", le legitima a quedárselo, además si ocurriese que dejase de ser "listo" algún día lo perdería por que se lo arrebataría otro "listo", con lo cual todo esto es justo, es la "ley del mercado" como dicen los modernos. Además esa "inteligencia" también viene de la nada y como, obviamente, no hay nada por encima de ella entonces esa tal "inteligencia" es lo más elevado, lo más sagrado y puesto que ese universo salido de la nada es puramente cuantitativo puesto que no existe ninguna cualidad trascendente al dicho universo, esa "inteligencia" es artificial. Entiéndase bien esto, lo más trascendente en el universo moderno es la "inteligencia artificial", es decir la acumulación de datos y la "voluntad inconsciente" de los instintos que "flotan en el océano del subconsciente". Por lo demás, la "voluntad consciente" no puede existir puesto que implicaría la trascendencia metafísica, la cual presupone la posibilidad universal, la cual no existe porque "todo viene de la nada por gravitación". Así pues, no hay providencia sino "inteligencia", ser "listo", y esto implica una competencia, la libre competencia tan querida a la mentalidad moderna, con lo cual el objetivo de la vida es ser el más "listo". Obsérvese que aquí ya no queda nada del amor incondicional del que hablábamos más atrás, aquí lo que tenemos es interés y condiciones. Llegados a este punto quien quiera comprenderá sin dificultad cómo una generación de padres pudo vender a sus hijos sin el menor sentimiento de culpa.

El caso es que por fin hemos llegado al punto clave de la deuda: la "inteligencia artificial" generó este "paraíso maravilloso" llamado modernidad en el cual se actuó en consecuencia convirtiendo a los seres humanos que vivían "en las tinieblas de creencias medievales" en "recursos humanos", dichos recursos viven ahora "felices" en la voluntad inconsciente de los instintos que flotan en el océano del subconsciente, los cuales se llevan a cabo o "realizan" en el mercado el cual es estupendo puesto que tiene "libre competencia" lo cual posibilita el interés y las condiciones, el mismo interés y las mismas condiciones que van a configurar la deuda pues estas son "leyes universales", el fundamento mismo de la "civilización". Hasta aquí "todo bien", el "estado de bienestar" funciona pero hay un par de problemillas: quién se hace cargo de mantener toda esa civilización en marcha y qué pasa con la degradación del medio ambiente y la escasez de recursos, inherente todo ello de semejante "cosmología". Bueno, eso se soluciona con más "inteligencia artificial" la cual ahora "evoluciona" y genera una "élite", unos "superlistos" que se ocupan de todo, tanto de mantener a la civilización en marcha como de arreglar el medio ambiente y encontrar o inventar recursos. Eso sí, los "no superlistos" contraen una deuda con los "superlistos". No "una" deuda sino "la" deuda.

"¿Cómo?", preguntan las gentes. No hay nada de sorprendente, basta con seguir los pasos naturales que habían comenzado con la propuesta de un universo fundamentado en la nada pero en el cual hay cantidad, después "apareció" la "inteligencia" y por último la evolución "hizo surgir" a los "superlistos" los cuales actuaron en consecuencia a estas "leyes universales" y el resultado final no podía ser otro que la tiranía total mediante la "deuda perpetua" como es llamada ya en los ambientes más "refinados" de la intelligentsia moderna, los "superlistos" encontraron la manera de apropiarse de los recursos humanos mediante la seducción del "estado de bienestar" y el otorgamiento de "derechos y obligaciones" a los "no listos" en el contexto de una "idílica" sociedad plural "que no deja a nadie atrás". 

De aquí a la culpa sólo hay un paso, ese "estado de bienestar" no podía más que convertirse en un monstruo hambriento de recursos de toda índole lo cual sólo podía llevar a la escasez y la destrucción a todos los niveles. Pero ¿Quiénes serían los culpables del desastre? Por supuesto es imposible que los culpables sean los "superlistos" pues no hicieron más que seguir devotamente las "leyes universales" tanto en el estado como en el mercado. Los culpables sólo pueden ser los "no listos" por eso debe imponérsele una carga y debe pagarla. Esa es la deuda, la total servidumbre a los "superlistos", sacerdotes de la nada, mediante el sentimiento de culpa. Los "no listos" son los culpables de los "problemillas" del paraíso moderno, es decir, la generación que fue vendida por sus padres es la que tiene la culpa, es "la que debe" y el pago se efectúa mediante la entrega de todo lo que tiene, o vaya a tener, excepto la "voluntad inconsciente" claro está, es decir, lo debe todo y es un completo esclavo al que, sin embargo, se le concede la posibilidad exclusiva pero, eso sí, libre y gratuita de obedecer ciegamente a sus amos. Este es el verdadero consenso y es además perfectamente "ético" puesto que lo que somos es "voluntad inconsciente" y esta no se toca en ningún momento, el esclavo dispone siempre de una "salida" para sus instintos. Así pues, tenemos en todo esto una mezcla de agradecimiento por el paraíso que disfruta, de sentimiento de culpa por no ser "listo" y además destruir el planeta y, por último, de reconocimiento de "la verdad", es decir, que "este paraíso moderno es el mejor posible". 

Puede verse ahora que el problema "está solucionado", la deuda lo ha solucionado todo, los peores o "no listos" no tendrán nada pero agradecerán que se les deje vivir en el paraíso, se sentirán culpables pero es lógico porque de hecho lo son y reconocerán siempre este orden de cosas como el único deseable, el ideal, por que cómo no habría de serlo. En cuanto a los "listos", ahora "superlistos" gracias a la evolución, gobernarán a los "no listos" mediante dicha deuda y, como es lógico, disfrutarán de ser la "élite" de esta gran "civilización", si faltan recursos se les quitarán a los "no listos", como es lógico; si los "no listos" son demasiados o dan problemas se les mermará, como es lógico. 

Así es la modernidad, ha fracasado pero jamás lo reconocerá puesto que sus sentimientos "son nobles" y la inteligencia artificial es la única que existe: un auténtico callejón sin salida. Es inevitable. Esto es lo que ocurre cuando, como decíamos al principio, se piensa de forma fragmentaria, cuando se abandona todo conocimiento verdadero para zambullirse en el océano del subconsciente y cuando toda la realidad concebible es forzada a adecuarse a lo infrarracional mientras se justifica todo ello haciendo llamada a un burdo, vano y engañoso sentimentalismo.