domingo, 23 de octubre de 2022

El signo de Jonás

En los últimos tiempos, al menos desde los comienzos de este blog, han ocurrido cosas de extrema gravedad a todos los niveles y en todos los ámbitos. La modernidad ha colapsado por completo. Sin embargo, es tarea poco menos que imposible encontrar a alguien que se haya dado cuenta; ciertamente las gentes no distinguen la derecha de la izquierda y, siendo esto así, qué esperanza de entendimiento puede haber, qué esperanza de reacción o siquiera qué esperanza de empatía en el dolor de la desesperanza. La razón de porqué esto es así ya ha sido tratada anteriormente, así pues no insistiremos en esto.

En lo sucesivo nos proponemos la tarea, tal vez quimérica, de encontrar a alguien que quiera empezar de nuevo, alguien que quizá entienda o intuya al menos que lo que ahora tenemos en occidente son sólo escombros y que se anime a apartar estos detritus pestilentes para afianzar las bases de un nuevo edificio, una nueva obra que como se comprenderá más adelante no puede ser nueva realmente pues lo eterno transciende por su propia naturaleza a lo nuevo o lo viejo pero que se aparece a nuestro ojos como novedosa ciertamente.

Lanzamos pues con este blog una señal a eventuales náufragos al tiempo que asentamos los fundamentos de un nuevo ciclo sobre las bases ancestrales de modo que los desdichados marineros vapuleados por la mar puedan apreciar la tenue luz al borde del abismo y sacar fuerzas para nadar a tierra firme, bienaventurados los que perciban la señal.

Por supuesto, los fundamentos de este nuevo ciclo no pueden ser otros que la metafísica pura como ha quedado demostrado tras el fracaso estrepitoso de la modernidad que, después de haber subvertido todos los valores, ha sido incapaz de materializar la felicidad terrena: el progreso no progresa, la tecnología genera más problemas de los que solventa, la paz se ha convertido en guerra generalizada, la abundancia devino escasez y mediocridad, el empuje de la juventud ha devenido decrepitud y muerte entre estadísticas catastróficas y, por último, la pseudometafísica se ha visto incapaz de llegar a algo más que un mal chiste incapaz de seducir ni aun a los más desprovistos de capacidades intelectuales.

Empecemos por definir metafísica puesto que se ha abusado tanto de este término que es imposible tener una noción precisa del mismo, sin embargo no tenemos ningún otro que sirva a nuestro propósito. El quid de la cuestión está en comprender primero los conceptos de “mundo”, “cosmos” o “física” que nos han sido inculcados por la modernidad.  Según esto, vivimos en un ámbito rotundamente no inteligente, es decir, el mundo es un ámbito inerte en el cual la voluntad no juega ningún papel que vaya más allá de la burda mecánica, no existe ninguna trascendencia de la voluntad o de la inteligencia misma sino que todo se reduce a mecánica atómica o sub atómica. Así pues, la voluntad o inteligencia no mecánica es ilusoria, no existe ni existió jamás, sólo ha existido desde siempre una mecánica física que sólo puede ser atómica o sub atómica. Los apóstoles del sentimentalismo deben admitir que sus nociones sublimes son sólo átomos o subátomos tropezando ordenada o desordenadamente según unas leyes físicas o cuánticas que o bien se conocen ya o serán descubiertas en el futuro. La muerte sólo es una reconfiguración de átomos y subátomos, Dios es un sentimiento más o menos sublime surgido de los átomos o subátomos a través de una inteligencia que también surgió de los átomos o subátomos. Lo que podríamos denominar trascendente sólo es una noción aceptable si respeta lo anteriormente dicho, de aquí la dificultad de usar la palabra metafísica, puesto que el totalitarismo moderno nos exige que toda metafísica sea también atómica o subatómica sin importar la contradicción puesto que quien crea que exista algo más que estos dogmas atómicos es un bobo.

Todo esto está muy bien y entusiasma a los modernos puesto que les da una sensación de seguridad pero es del todo inaceptable para cualquier ser pensante que conserve un mínimo de sensatez. Los átomos y el mundo de los modernos es sólo una pequeña parte del universo. Así pues, por encima de los subátomos que no son más que el fondo del estanque, es decir, la indefinición sobre la cual se levanta el edificio cósmico; por encima también de los átomos que no son más que la concreción de esa indefinidad, es decir la solidificación, por decirlo de algún modo, de lo indefinido; por encima de ese aspecto físico moderno se encuentra el otro componente, el que de hecho es de verdad importante que es el que dirige o forma los conglomerados de átomos y que nosotros denominamos ámbito psíquico. Este ámbito se subdivide a su vez en un ámbito bajo o destructivo y otro elevado o constructivo. El ámbito o mundo psíquico es manifiestamente cíclico como puede observarse por doquier pues “va dando forma” a los átomos según unas características o leyes de ritmo y compás, según un tempo y a diferentes niveles u octavas usando, para entendernos, un símil musical. Si los modernos quisiesen podrían observar estas características en el mundo visible, ya sea en las estaciones climáticas o en los ciclos más amplios de glaciaciones y “calentamientos globales”, podrían observarlos en los ciclos económicos que tanto les fascinan y en la interrelación entre ambos. Sin embargo, no harán nada de eso sino lo que veremos más adelante.

Pues bien, el mundo psíquico tampoco es metafísica puesto que como hemos visto está estrechamente vinculado al mundo de los átomos y, de hecho, se puede decir que lo dirige o forma. La metafísica es aquel ámbito, por decirlo de alguna manera pues no es susceptible de ninguna conceptualización que insinúe espacio o tiempo o siquiera memoria puesto que no está limitado por nada pero, para poder comunicarnos, diremos que es el ámbito de lo infinito o de la posibilidad pura. Si tenemos esto en cuenta comprenderemos que este universo, hiperlimitado por los modernos a los átomos y subátomos es sólo una posibilidad dentro de la posibilidad universal o pura la cual incluye en su infinitud todas las posibilidades con la única exclusión de lo absolutamente imposible que es, esto último, el filón de las creencias modernas. La modernidad no sólo se ha confinado en los átomos y la indefinidad de los subátomos, ha ido mucho más allá “de las estrellas” según ellos creen, es decir, han ido a los agujeros negros y ahí han encontrado o encontrarán la imposibilidad pura que no es otra cosa que la pseudo metafísica. Por supuesto, todo esto es un delirio pero los modernos creen en ello con fervor religioso y no están dispuestos a aceptar nada que no subscriba de forma absoluta los principios o elementos que veremos a continuación. Así pues, metafísica es aquello que va más allá de la fisis de los griegos que incluía el mundo psíquico, es decir, metafísica es el “ámbito” de lo trascendente y es por sí misma el conocimiento, la sabiduría y la inteligencia. Además y como consecuencia de ello es el opuesto de la pseudo o anti metafísica, es decir, las creencias más “profundas” y los “principios” más delirantes de los modernos. Insistimos, si hay algún naufrago ahí fuera que entienda mínimamente de lo que estamos hablando quizá tenga interés, el máximo interés de hecho, en cooperar en la construcción de un nuevo mundo que sucederá la inevitable destrucción de este.

No obstante ¿No habíamos dicho que nadie se había dado cuenta? Así es, nadie o casi nadie se ha dado cuenta. Esto es debido a que el panorama desolador se ha convertido en el único panorama. Después de todo, si jamás hubiésemos probado lo dulce cómo llamaríamos a lo amargo, quizá dulce o quizá cuando dijésemos amargo estaríamos refiriéndonos a lo más dulce posible. Pensémoslo: lo más dulce posible o el mejor mundo posible. Este es el origen de la cuestión, las gentes no se han dado cuenta de la situación porque están convencidas de estar viviendo en el mejor mundo posible con lo cual para ellos el colapso es, por definición, imposible. Es debido a esto que las gentes creen que “de alguna manera” todo se va a “solucionar” para que estemos “como siempre”. Es un desafío frontal a los fundamentos más elementales de toda lógica incluso a un nivel puramente físico, esta especie de fanatismo pseudo metafísico delira hasta el punto de la negación de la naturaleza o de la vida misma. Es decir, el colapso tiene un componente puramente físico según el cual es imposible continuar con la locura moderna y se traduce de forma natural en la propia fuerza de las cosas, por ejemplo, es imposible seguir saqueando algo que ya es físicamente imposible saquear pero este fanatismo, al igual que un niño pequeño, se niega a aceptarlo forzando así un colapso inevitable de esa “forma de vivir”. Es aquí donde se franquea el ámbito físico para llegar al “ámbito” pseudo metafísico en el cual se hace “profesión de fe” de la imposibilidad pura, es decir, de algún modo saldrá de la nada o de la ausencia misma algo para saquear aun cuando sea físicamente imposible. Esto es ciertamente una burla grotesca de la metafísica puesto que la realidad se fundamenta en que toda posibilidad “sale” de la posibilidad universal misma y una vez “ha salido” es, por definición, físicamente posible. Esta posibilidad física concreta “pasa a estar” limitada por la indefinidad puesto que no puede, por definición, ser infinita pero tampoco puede ser imposible puesto que “ha salido” de la posibilidad universal misma.

Así pues, nos preguntamos: Desde un punto de vista metafísico ¿Qué ha fracasado? Por supuesto desde un punto de vista metafísico nada puede fracasar más que el fracaso mismo debido a que la posibilidad universal descarta únicamente la nada y en cuanto a posibilidad universal cómo habría de ser un fracaso teniendo, por definición, todas las posibilidades. Es en la pseudo metafísica, es decir en el fracaso mismo donde podemos comprender el fracaso de la modernidad. La modernidad ha construido su edificio sobre la base teórica de la imposibilidad y se ha limitado a parasitar la realidad y a transformarla en irrealidad, es decir, en artificio. Es curioso que esto no sea visto por las gentes puesto que está por todas partes: los bosques no son bosques sino planificación forestal, los animales no son animales sino mascotas, los hombres o mujeres no son hombres o mujeres sino asignaciones de género al gusto del consumidor, los alimentos deben ser modificados genéticamente… ¿Qué es lo que no se entiende de todo esto? ¿Acaso no es esto la definición misma de artificio, de irrealidad?

Veamos ahora muy sucintamente la “tesis” moderna de la imposibilidad como principio de todo.

El primer elemento de semejante tesis es el materialismo, los modernos entienden que toda la realidad es únicamente material y con esto quieren decir átomos, o sub átomos. Cuando decimos toda la realidad queremos decir toda realidad posible y es aquí donde “localizamos” el fundamento pseudo-metafísico. La “posibilidad universal” moderna es la materia misma y, aunque no parecen comprender su significado, se trataría de una materia indefinida, de cuya indefinición resulta toda posibilidad. Es decir, lo definido proviene de lo indefinido, más aún de lo indefinido proviene el infinito. No parecen comprenderlo puesto que estamos ante una contradicción lógica de primer orden, no hay nada que comprender. Por supuesto, no hemos encontrado en ningún lugar una demostración de semejante tesis y parece que, con el paso del tiempo, la modernidad “ha considerado” que dicha demostración o bien no es necesaria o bien “llegará en el futuro”. Por si esto no fuera suficiente, con los sub átomos se ha desarrollado toda una corriente pseudo espiritual que materializa de hecho, o mejor sub materializa, al espíritu y que de alguna manera misteriosa conduce a una supuesta trascendencia suponemos sub atómica o quizá “macro atómica” puesto que por doquier vemos declamaciones cuasireligiosas acerca de la importancia del descubrimiento de no se sabe qué pseudo estrella o pseudo galaxia que, esta vez sí, nos hará descubrir los secretos del universo y de la vida también ¡Por qué no? Es decir, en el futuro una mancha en el telescopio del astrónomo de turno nos revelará la verdad de todo…

Esto nos lleva al segundo elemento de la tesis moderna que no es otro que el progreso. La tesis moderna de la imposibilidad como principio es difícilmente sostenible sin el aspecto futurible como fundamento de sus delirios, un futuro siempre maravilloso y que, por supuesto, jamás llega con lo cual necesita de la modificación constante del pasado para parecer haber llegado. Es de este modo que a través de la tergiversación de los tiempos pasados se hace verosímil la “mejoría” presente. Las gentes dicen “ahora tenemos ciertos problemas pero si lo comparamos a como estaban antes, estamos inmejorablemente bien”. Esto por supuesto se aplica a todo pero hay un problema que pasa desapercibido y es por esto que llamamos a la tesis moderna pseudo metafísica, el problema es que al introducirse un factor temporal el cual es por definición cósmico ya no estamos hablando de metafísica la cual, también por definición, no puede estar condicionada por el cosmos o “fisis”. Y he aquí que nos topamos con otra superstición moderna: la física. No es de extrañar que el aspecto espacio/temporal del universo haga las delicias de los modernos más entendidos.

Este aspecto nos lleva al tercer elemento, el origen puramente material del universo, es decir del espacio/tiempo. La teoría dicen los modernos es el big bang, nombre rocambolesco que han decidido darle a su propia incapacidad para explicar el origen del universo. Debido a la fragilidad de semejante explicación los modernos optaron por adentrarse en lo que estiman ser la madre de todas las ciencias: las matemáticas. Esto, por supuesto, planteaba innumerables problemas entre los cuales destaca la imposibilidad manifiesta de reducir el cosmos a cálculos “exactos”, el universo moderno se obceca tercamente en ser “inexacto” lo cual nos llevará a la necesidad de lo artificial y, en última instancia su inteligencia, es decir, lo que ellos llaman “inteligencia artificial” y que no es más que una verdadera contradicción en los términos. Todo este batiburrillo no ha espantado a los modernos y siguen delirando sin que se vea esperanza de rendición. No hay ninguna base para la suposición de un universo exclusivamente material y tampoco hay forma de solventar el dilema del origen no material de algo exclusivamente material. Si el principio de base es exclusivamente material, como sostienen los modernos, no hay lugar para proponer un origen no material de dicha materia, luego dicha materia no tiene origen, luego la dicha materia debe ser ella misma la posibilidad universal pero cómo habría de haber materia sin espacio y tiempo; sin embargo, si hay tal espacio/tiempo cómo va a ser dicha posibilidad universal metafísica. Es necesario que la materia sea la posibilidad universal puesto que de otro modo sería necesario presuponer algo aparte de la materia lo cual no es tolerado por los modernos, especialmente si tenemos en cuenta que ese algo es trascendente. Hay otro problema y es que si la materia es el único principio del universo porqué las matemáticas “no dan”, es decir porqué se obceca la materia en no ser exacta. Las matemáticas en su perfecta exactitud son la prueba flagrante de que la materia no puede ser el único principio del universo. Entonces, la solución debe ser artificial; es el propio artificio en sí mismo lo que nos sacaría del dilema, si todo es artificial todo es exacto pero ¡oh fatalidad! entonces quienes no encajamos somos nosotros mismos, la vida misma. O quizá podamos artificializarnos a nosotros mismos…    

Hay más problemas aún, la causalidad no puede ser real pues de ser así el origen, siendo perfecto por necesidad puesto que sería la causa primera, no dejaría hueco al progreso, negaría por definición la tesis materialista y desde luego el origen exclusivamente material del universo, entonces el siguiente elemento de la “tesis” moderna es: la lotería. Nadie se pregunta por qué los modernos son adictos a la lotería pero la razón no es otra que la negación de la causalidad. Según los modernos la única causalidad aceptable es la que no moleste a la lotería, es decir mientras lo reduzcamos a cuestiones físicas o mecánicas estupendo, pero si pretendemos ir más allá es inaceptable. Por supuesto, no hay una explicación más que el asunto cuántico, cuando se trata de micro partículas la causalidad se vuelve caprichosa y suponemos que es dicho capricho el que lleva a los modernos a la dicha adicción por comprar boletos de lotería. Entonces la causalidad no es ella misma un asunto metafísico sino físico, pero tampoco es un asunto cuántico puesto que en lo cuántico la causalidad es susceptible de devenir lotería. Esto tiene la máxima importancia en el siguiente elemento.

Necesariamente el hombre ha evolucionado puesto que, de otro modo, volveríamos a la fastidiosa causalidad. Así pues, de algún modo, de la materia “ha surgido” la inteligencia y no hay causalidad en esto porque la cuántica metió en la ecuación moderna la tan querida lotería. La inteligencia que nos lleva a escribir estas líneas “apareció” por casualidad-que no causalidad- gracias a la evolución. Es un juego de tramposos, una pseudociencia en el sentido más amplio pero también un lava conciencias puesto que si todo es lotería no tenemos nada que ver con la causa de las cosas y desentendernos de ella no implica ser un irresponsable sino ser inteligente. Visto de este modo, ¿la pseudociencia puede ser realmente pseudo?, es decir, visto de este modo, toda ciencia posible es, de hecho, pseudociencia. La evolución niega la base misma de la inteligencia, su origen.

Por último, como elemento aglutinante de todo lo anterior tenemos la cantidad. Todo es cantidad para los modernos, incluso cuando aparentemente hablan de calidad en realidad están hablando de cantidad. Esto es debido a que la cualidad arruina el chiringuito puesto que ya no hay forma mínimamente verosímil de justificar la lotería o aun el materialismo mismo. La tontería cuántica es aquí donde encuentra su fundamento, la micropartícula y su inestabilidad abren la puerta a la cantidad pura, la ausencia total de cualidad. La cualidad de hecho ni siquiera existiría ¿Por qué habría de existir una vez que aceptamos los elementos antedichos? Es así como la pseudo metafísica “deja de ser” un disparate para convertirse en el único conocimiento posible, es decir, estamos ante la justificación absoluta del statu quo. ¿Cabe ahora alguna sorpresa acerca de por qué la modernidad es totalitaria? La modernidad no puede aceptar “otro” conocimiento u “otra” manera de vivir pues su especificidad depende precisamente de la ausencia de contraste, es decir, la imposibilidad pura sólo es verosímil si no hay acceso consciente, sea directo o indirecto, a la posibilidad pura. El robot, que es no consciente por definición, es el “superhombre”, el “hombre verdadero” y más aún, el “hombre universal”; pero sólo puede ser así ante la ausencia total del hombre consciente, el hombre que se sabe deudor y, a la vez, partícipe de la posibilidad universal.

Todo este caos conforma el horizonte mental del moderno “promedio” pero insistimos, basados en nuestras investigaciones al respecto, en que esto ocurre de manera inconsciente, inercial. Esto debe ser así puesto que de lo contrario sería imposible ocultar el disparate, incluso suicida, de la “vida moderna”. Ahora bien, si uno observa detenidamente puede apreciar una llamémosle estructura entre tanto desorden, la modernidad ha conformado una pseudo doctrina que ha “construido” de esa manera inercial una, de hecho, anti estructura. Esto no es tan sorprendente en cuanto uno reconoce la oposición de base de la mentalidad moderna con respecto a la mentalidad tradicional. Se podría decir que podemos obtener la “visión” del plan moderno a través del espejo que significa el espíritu de contradicción tan propio de la modernidad digamos pura que ha resultado de los siglos de “filtración” de todos esos elementos intermedios que iban desde el tipo tradicional puro hasta el moderno puro pasando por una indefinidad de pasos intermedios. Para entendernos, hemos llegado a un punto en el que un “cristiano” que no sea totalmente hostil a la mentalidad tradicional es un apestado incapaz de interesar a nadie aun a pesar del atractivo que sigue implicando el sentimiento religioso en las gentes.

Así pues, muy en síntesis se puede decir que la cosmología tradicional occidental funcionaba en base al número 7, entendido este como el resultado de la suma 3+4. Números éstos muy significativos en todos los aspectos de lo que un día fue la vida tradicional occidental. El ejemplo más fácil para entendernos rápidamente es el trívium y el quadrivium que conformaban las “artes liberales”, es decir, la base de la educación en aquel occidente del que no queda rastro. El 3, es decir, la elocuencia (conformada por el trívium) era el estudio del aspecto “celeste” del cosmos, la palabra de Dios para entendernos; el 4, es decir, la matemática, trataba el aspecto digamos más cuantitativo del dicho cosmos, la Creación de Dios para entendernos. Es decir, tenemos aquí la Creación de Dios y su Verbo. Esto era tratado en la religión católica pero ahora es fácil ver que superaba dicha categorización, es decir, teníamos ahí toda una Ciencia de la cual la religión, tal y como se suele entender, era sólo un aspecto. Sin embargo, este “aspecto” era de la máxima importancia puesto que, al menos en Occidente, era lo único que cubría el aspecto psíquico de las cosas proveyendo una protección contra la adulteración de la vida en derivaciones monstruosas como las que tenemos actualmente. Es decir, mientras ese aspecto religioso permaneció activo los delirios pseudometafísicos se quedaban en veleidades para charlas de salón pero en cuanto fue debilitado primero y destruido después pasaron a apoderarse de la vida de la persona. Por supuesto esto ocurrió de manera inconsciente para la inmensa mayoría de las gentes, estas ahora masas veían que las cosas se habían vuelto rudas y feas en sus vidas personales pero eran incapaces de saber por qué y menos de que pudiesen hacer algo al respecto. La lotería había llegado. La luna había sido tomada. El cosmos pasó de ser la Creación de Dios regida por su Verbo a ser el frío e indefinido Universo de átomos y subátomos regido por la modernidad y sus “valores”. El frío cosmos moderno quedó bajo el ámbito de la “matemática” y demás “ciencias” derivadas y los valores quedaron bajo el ámbito “político” y “filosófico”. La religión se terminó y las gentes quedaron sumergidas en la modernidad.

Las gentes protestan y dicen que la religión no se terminó sino que de hecho está más floreciente que nunca puesto que ahora está a disposición de cualquiera y es más humana, libre, etc, etc. No vamos a entrar en este asunto y quien tenga interés debe leer detenidamente la obra de René Guenon y sacar las inevitables conclusiones. En síntesis podemos decir que lo que actualmente se llaman religiones no lo son en absoluto puesto que son incapaces de lidiar con el ámbito psíquico y sus muchas complejidades dando no cobijo a las almas sino de hecho confusión y desánimo.

Entonces, ¿no hay esperanza? Sí hay esperanza pero sólo a través de la intelección. Algunos modernos entienden que la religión es mejor que no exista puesto que acaba devorando la libertad u obliterando su entendimiento. Poco importan ahora estos debates, la religión se terminó pero debemos “cubrir el hueco” puesto que como diría Aristóteles el universo no deja huecos, es decir, si no lo hacemos nosotros alguien lo hará. Y esa es precisamente la razón de este texto, el “hueco” está siendo cubierto con lo que podríamos llamar la fase suicida de la modernidad.

Ahora ya entendemos el “signo de Jonás”, las gentes serán aniquiladas a no ser que se vistan de saco y practiquen la virtud. Es decir, sólo nos queda la metafísica pura, la cual no se nos hace cómoda o divertida pero es nuestra última y única esperanza.

 

-“Tesis” moderna:

Quadrivium: 1 origen material, 2 lotería, 3 evolución, 4 cantidad 

Trivium: 1 materialismo, 2 casualidad, 3 progreso

 

-Doctrina tradicional:

Trivium: 1 trascendencia, 2 causalidad, 3 eternidad

Quadrivium: 1 Creación, 2 ley, 3 tradición (memoria, responsabilidad), 4 cualidad